Con un gesto de su mano, Cisne da inicio al experimento. Los teclados despiertan con un susurro electrónico, emanando notas etéreas que flotan en el aire como chispas de luz. Al mismo tiempo, las cuerdas de la guitarra resuenan con una intensidad creciente, tejiendo una red de arpegios y riffs que danzan en armonía con las melodías del teclado.
Con cada acorde y cada pulsación de tecla, los músicos se sumergen más profundamente en la corriente de la creatividad, explorando los límites de la fusión entre lo analógico y lo digital. Los sonidos se entrelazan y se transforman, creando paisajes sonoros que van desde lo celestialmente etéreo hasta lo terrenalmente visceral.